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Al
día siguiente del acto de ingreso de don Manuel Halcón en la
Real Academia Española, donde el gran señor de nuestras letras
pronunció su discurso sobre "El prestigio del campo
andaluz", Antonio Mingote le dedicó un dibujo genial.
Representaba en la puerta de la Academia a un portero, que iba
llamando a los presentes una vez terminado el acto según el
rito palaciego, conforme se iban acercando los coches. Se
acercaba un tractor, un tractor lebrijano, supongo, y el portero
gritaba:
-- ¡El coche de don Manuel Halcón!
Desde que Halcón murió, el habla andaluza se ha quedado en
la Academia sin tractor lebrijano en la puerta y sin valedor de
sus voces en el Diccionario. Halcón, por ejemplo, estaba
orgulloso de haber conseguido entrar en el Diccionario una voz
tan campera y tan andaluza como "cosechadora", que
hasta entonces no había conseguido la bendición académica. En
aquella corporación estaba de numerario el profesor don Manuel
Alvar, el autor del fundamental ALEA, el "Atlas
Lingüístico y Etnográfico de Andalucía", pero hasta que
se lo propuso Halcón, aquellas palabras vivas de nuestro campo
no entraron en el Diccionario.
Me he acordado irremisiblemente de mi maestro don Manuel
cuando especialistas en habla andaluza se han quedado del
maltrato de la Academia a nuestra lengua en la vigésima segunda
edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE),
recién llegada a las librerías. La Academia ha cogido el barco
y se ha hartado de entrar en el Diccionario voces del español
de América. Pero no se ha dignado coger el AVE para dar entrada
a la cantidad de voces andaluzas que aún están en el limbo o
purgatorio de las palabras no sancionadas por el libro de
bautismo del español. La propia palabra AVE, por tren de alta
velocidad, con sus buenos diez o doce años de uso más que
consagrado, no tiene el DRAE el gusto de conocerla. Y de ahí en
adelante, lo que se quiera. Un escritor y profesor, tan docto
sobre el habla andaluza, que tanto ha hecho por su divulgación
y prestigio, como José María Vaz de Soto lo ha dicho bastante
claro y fuerte: "El andaluz está postergado en esta
edición del Diccionario". Con el español tan rico y tan
variado que se habla en Andalucía, la Real Academia hace oídos
sordos a nuestras variantes dialectales. Por ejemplo, en el DRAE
no hay más tango que al argentino, se ve que ningún académico
de la Española se ha emocionado oyendo a un coro gaditano en la
Plaza de la Libertad. En el DRAE están las tarantelas
italianas, pero no las tarantas de las minas de Jaén. Y así,
hasta el infinito. Por el contrario, voces muertas en Castilla,
que aquí están vivísimas, quedan como en un lazareto de la
lengua, con la calificación de arcaísmos. Serán arcaísmos en
Castilla, que no en Sevilla...
Por todo eso tengo muchas esperanzas en el proyecto que la
otra noche me explicaba Jacobo Cortines. Tras cumplir sus 250
años, la Real Academia Sevillana de Buenas Letras que dirige el
profesor Rogelio Reyes, se va a dejar de funcionar como
animadora cultural de la ciudad y quiere a centrar sus esfuerzos
en el estudio y definición de voces andaluzas para su
inclusión en próximas ediciones del Diccionario. La Real
Academia de Sevilla quiere brindarle a la Española una
investigación a pie de obra viva de ese caudal de la lengua
hablada en Andalucía. No hay, por tanto, que fundar Academia
Andaluza de la Lengua alguna. Esa Academia ya existe. Lo que hay
que hacer es conseguir que la soberbia y centralista Real
Academia Española se entere de que existe y acepte su fecunda
existencia.
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