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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía, miércoles 18 de noviembre de 1998


Tango para Fernando Quiñones

Fernando Quiñones, con gorra caletera

Ha muerto en Cádiz el escritor Fernando Quiñones

En su Cádiz se ha muerto Fernandito Quiñones, me lo dice, tan triste, al son de la habanera, el compás de la brisa que por los Callejones me trae la noticia con compás de falseta.

En su Cádiz se ha muerto la canción del pirata, en su Cádiz se ha muerto una prosa que era una gran temporada con historias del vino, con leyendas marinas y gracia de su tierra.

Arroyuelos de gracia fluían por tu pluma, veneciana y latina, quizás un poco griega, con una flor de Ascanio arrancada de un libro escrito en esa carta de una novia primera. Que como el mundo es grande y más desde tu Cádiz, celebraste, Fernando, tus bodas con Venecia, Bucintoro de sueños que al mar le va entregando un anillo de bodas imperial, como un César.

Llora ahora la espuma camino del castillo, el sol ya te concede su luz, como un Planeta, inmortal gaditano, ay, clásico entre clásicos, cantaor, que es la vida la negra petenera. Recorrías, Fernando, la orilla de la playa, Robinsón de Chiclana con gorra caletera, y entre vasos de plástico y entre bolsas de papas fijabas en la orilla esplendor de Academias. Te recuerdo así siempre, de la Piedra Cuadrada al castillo y la gloria que llamaste Caleta, tú novio enamorado de la sal de la espuma, y de la piedra antigua, y de la plata quieta, cuando el guiño del faro con sus complicidades te hacía confidencias con la marea llena.

Caminito adelante, allí frente el castillo, contemplo sobre el agua flotar una botella. Por las escaleritas del parchís de tus gentes, por las piedras de bingo, de sopor y de siesta, imitando lo tuyo de limpiar esplendores recojo la botella que está sobre la arena.

Dentro trae un mensaje. Tu botella de náufrago. En el papel escrita reconozco tu letra. Y leo lo que pones, Fernando chiclanero, Robinsón de castillos sin fantasmas en pena:

"En este paraíso al que le llaman Cádiz una vez hubo un hombre que contó la tristeza que tiene una alegría por dentro de sus cantes, también contó la cosas que este mar trae y lleva, amó y fue amado, escribió muchos libros, con la sonrisa puesta sus gentes lo recuerdan. Se llamaba Fernando y en este paraíso, de baluarte a castillo, encontró la belleza. Lo nombraron alcaide al final de sus días y le dieron las llaves que su vida ahora cierran. Don Fernando Quiñones, un hombre de su tiempo, que llaman Siglo Veinte y a su fin ahora llega, quiere dejar escrito en la mar de su Cádiz que la literatura es siempre una botella que un náufrago al mar lanza, solitario y desnudo, por si alguien un día por el mundo la encuentra".

En el Cádiz que has muerto, Fernandito Quiñones, en esta tarde triste, descorcho tu botella. Ahora traen las barcas mojarras plateadas, y te hago una corona igualito que aquella con que fuiste una noche un senador romano ciñiendo por laureles mojarras caleteras. Ese mar de tu gloria el compás ahora marca, en la sal de la orilla tristes voces se templan. Ya suena una guitarra, y un laúd va sonando. Yo no sé ya si es tango, o si acaso es que suena ese son de La Habana y el Cádiz de tus sueños que escribir no quisiste: es ya tuya la letra. La habanera me cuenta tu mensaje de náufrago. Y el sol, que ahora se pone, a tu Cádiz me lleva.


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