ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 26 de julio de 2014                 
                                
 
Algofifar San Pedro
 
Aparte de las palabras del habla sevillana en trance de desaparición por falta de uso que nos están enviando los lectores tras nuestro requerimiento para su devolución a la vida, son muy interesante los relatos que nos mandan, en los que vienen como taraceadas esas voces. Así, al hilo de "algofifa" (por "aljofifa", bayeta para fregar el suelo) que destacábamos en nuestra última entrega, el sacerdote, periodista y escritor don Carlos Ros, rescatador de los discursos del Loco Amaro entre otras divulgaciones y hagiografías sevillanas, nos dice: "Le voy a contar una anécdota sobre la palabra-estrella de su recuadro. Fue a Roma doña María -–señora rica de un pueblo ilustre de Sevilla-- y se llevó a su criada. De esto hace ya bastante tiempo. Cuando llegaron a la Plaza de San Pedro y contempló la criada la magnitud de la plaza, exclamó: "¡Ojú, señora, pá algofifar tó esto!". Fue su máxima expresión de admiración a la columnata de Bernini y a plaza tan hermosa". (Recordamos cómo la Plaza Nueva se algofifaba cada mañana por las genuflexas limpiadoras municipales).

Doña Rosa Santos nos evoca voces del Arrabal y Guarda: "Nací en Triana, hija de una trianera de pro. De niña mi madre me ponía una camiseta para el frío y la llamaba zagalejo; a las zapatillas, babuchas; en vez de lejía, las ropas al sol en el suelo y le echábamos continuamente agua jabonosa. Al lavar, mi madre decía: "Voy a preparar un ojito". Para curar las heridas te ponían debajo de una pared de cal y raspaban sobre la herida y cosa santa. Para un orzuelo en el ojo frotaba la alianza en una manta y cuando estaba caliente, ¡al orzuelo!; y se curaba. Para abrir el apetito nos daban un tapón de quina San Clemente. Y cuando te sentabas en un hormiguero, no teníamos bañera, de modo que agua caliente y al barreño y se morían. Ah, y para llamar al camarero, siempre se le tocaban las palmas, y acudía al instante".

Nuestra compañera Lorena Muñoz Limón, algo tan nuevo en esta plaza del Arenal como una mujer haciendo los Toros en ABC, nos dice: "Genial, me encanta lo de "boqueás". Junto a enguachirnao, empercochao y empapochao. ¡Eran palabras de mi abuela!". Preciosa gradación, por cierto, de cómo puede ponerse de húmedo o de mojado un objeto: enguachisnao es más que empercochao, pero bastante menos que empapochao, que es chorreandito agua... (Por cierto: el diminutivo de gerundio quizá sea una seña de identidad del habla sevillana. Ese diminutivo es una especie de imperativo cariñoso: "Conque, andandito", "Callandito". O el plural mayestático de los toros como otro imperativo cariñoso: "Vamos a callarnos" en vez del grosero "Cállese usted"...)

Y doña Setefilla Ledro del Águila nos dice: "Ni se imagina los años que llevo junto con mi padre recortando sus recuadros y los del señor García Barbeito con el único fin de ir reuniendo todas las palabras y expresiones de nuestra tierra que están cayendo en el olvido. Esta iniciativa nos llena de alegría; esperemos que con los granitos de arena que aportemos cada uno de sus lectores, pueda hacer el mejor y más completo diccionario de nuestro habla. Mis padres me recuerdan las palabras "mandao"(en los pueblos no se va de compras, se hacen mandaos),"chonío" (normalmente a los frutos secos, pero también a otros alimentos, que están un poquito pasaos de tiempo): "Niña estas pipas están un poco chonías". Leyendo el tema de la copa y la badila, sale "alambrera", especie de campana de alambre que se pone encima de la copa para evitar que las enaguas de la camilla se metieran dentro; se utilizaban a la vez para poner ropa a secar. Y para que oliera bien la ropa y la casa, se echaba "sahumerio" --en casa aún se hace-- que no es otra cosa que alhucema y a veces romero seco. Y como consecuencia de "echar una firmita" tras otra,(mover el cisco con la badila), salían "cabrillas" en las piernas. También hablamos de las "mariposas" (velas puestas en aceite para alumbrar la noche) y del "zurriago" (vara larga con una cuerda atada en una punta y una campanita, que se usaba para asustar a los perros que querían entrar en la casa)".

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