Tras
dedicarles un artículo, se han hecho famosos personajes de la
política, como el célebre Mienmano, o del humor, como cuando
fui el primero en hacer el elogio literario de dos hermanos que
empezaban con el nombre artístico de Los Morancos. Pero no me
había ocurrido nunca lo que ahora, que he hecho famosos a un
matrimonio de galápagos. Y no ha sido tras un artículo, sino
en algo con mayor repercusión que los papeles, a través de la
televisión. Ocurrió en la presentación de mi último libro,
"Artículos de lujo", que celebramos en la Hacienda La
Boticaria, un delicioso hotel con encanto del que salimos
encantados. El escritor de periódicos Ignacio Camacho, dilecto
compañero virtuoso del artículo, y la Duquesa de Alba, que me
honra con su amistad, me hicieron el regalo de querer presentar
el libro. Y al agradecerles a ambos su generosidad, destaqué en
Cayetana un rasgo de su personalidad que se desconoce: su
ecologismo activo. Un ecologismo aplicado diría yo, y urbano.
Cuando la Duquesa de Alba ve que en su Sevilla de su alma van a
talar los árboles de una plaza, coge recado de escribir y le
pone un pliego al alcalde pidiendo el indulto de esos álamos o
esas jacarandas. Cuando va por Sevilla camino de su visita
diaria a los nietos y ve en una parada de coches de caballos un
jamelgo con el bocado demasiado tenso, o mal cuidado, le dice al
chófer:
-- Manolo, ve y le dices a ese
cochero que no tenga así al pobre caballo, que como le tiene
puesto el bocado le está haciendo daño en la boca...
Convocados por Cayetana, yo he
asistido en la Casa de las Dueñas en unión de Curro Romero a
un almuerzo de altos intereses ecológicos. La Duquesa había
invitado al alcalde de caballos que tiene la cuadra de los
caballos de pica en la plaza de la Real Maestranza, conmovida
por "Castelar". "Castelar" era un caballo de
pica al que en el momento que olía y oía la cercanía del
toro, le entraba al pobre un tic nervioso en la boca, que se le
empezaba a abrir y a cerrar, espumante, como si estuviera dando
un discurso. De ahí que los monosabios le pusieran de mote
"Castelar". Cayetana, que cuando va a los toros vuelve
la cabeza durante todo el tercio de varas, porque no sufre por
el toro, sino por el caballo, quería que Antonio Peña, el
alcalde de caballos, quitara de trabajar a "Castelar"
para que no sufriera más. Nos llevaba a Curro y a servidor para
que convenciéramos a Peña. No lo conseguimos, porque "Castelar",
a pesar de su miedo, era una figura en caballo torero; vamos,
como el "Cagancho" de Hermoso de Mendoza, pero con
peto. En vista de que a "Castelar" no le cortaban la
coleta, lo que sí hizo la Duquesa fue conseguir que terminada
la temporada, el caballo de pica pasara todo el invierno, con
pienso a su costa, en una de sus fincas. "Castelar"
terminó sus días como caballo torero viviendo a cuerpo de rey
equino.
Y como esta parte de ecologismo
no la conoce la gente, me atreví a desvelarla en homenaje a
Cayetana, al darle las gracias por la presentación tan generosa
del libro que había hecho. ¡Para qué lo hice! Sus dos
galápagos, "Pepe Hillo" y "Eloísa" ya han
salido en todas las televisiones. El primer llegó a la Casa de
las Dueñas una mañana, como regalo de Carmen Tello. La mejor
azotea de la casa es desde entonces para "Pepe Hillo".
Y como el Dios de San Francisco de Asís dijo que no es bueno
que el galápago esté solo, Cayetana buscó una Eva para su
"Pepe Hillo": una hembra, bautizada por Jesús Aguirre
como "Eloísa", en homenaje a Abelardo. Y como
"Pepe Hillo" y "Eloísa" no han tenido
hijos, Cayetana les ha buscado a una galapaguita de adopción,
"Mimosa". Son tan sevillanos como su dueña. Con los
fríos hivernan en un zaquizamí, pero en cuanto rompe el azahar
del limonero de Antonio Machado en la Casa de las Dueñas, salen
al aire andaluz como unas castañuelas. En compañía de muchos
más animales que tiene la ecológica Cayetana, como su perro
"Fla", que ocupa ahora el puesto de las difuntas
"Leidi" o "Yasmin"; como la cacatúa
"Pepa" con su moña blanca; como el loro hablador;,
como los jilgueros. Un zoo de ecologismo activo. Y viajero.
"Pepe Hillo" y "Eloísa" no viajan, pero el
resto de animales, allá que va con su dueña a Liria, a
Monterrey, a Marbella. O a Venecia. Una vez que estaba cogiendo
el tren para su anual viaje ritual a las hermosuras de Venecia,
entraba en el vagón con la perra, la cacatúa, el loro, las
jaulas de los jilgueros... Y el revisor, cuando vio tanto animal
querido, con toda la gracia del mundo, le dijo:
-- ¿Pero esto qué es,
señora? ¿La Casa de Alba o un circo?
Me acuso, Cayetana, de haber
hecho a los galápagos de tu ecologista circo más famosos que
los leones de Ángel Cristo. Y no digo muy fuerte lo de los
leones, porque como te enteres de que están en dificultades, ya
me estoy viendo entrar en la sevillana Casa de las Dueñas y
oír tantos rugidos como si llegáramos al Parque Kruger...
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