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ABC Sevilla, 29 junio del 2002

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Biografía y libros de Antonio Burgos

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Antonio Burgos: «A los que estamos hechos para vivir en Sevilla no hay quien nos eche»

"Estuve viviendo un curso en Suiza. Entonces le dije a Isabel: «Mira, nos vamos a volver a Sevilla porque yo prefiero que me mate la ETA a que me mate la tristeza»." 

 Entrevista por Angel Pérez Guerra, ABC de Sevilla, 29 de junio 2002

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Antonio Burgos
ANGEL PÉREZ GUERRA

No le gusta que le llamen maestro, porque dice que los maestros están todos en la Junta. Pero quienes hemos trabajado a sus órdenes sabemos hasta qué punto lo es. No sólo en periodismo o en literatura, sino en la vivencia de la ciudad y del mundo. No hacen falta presentaciones. Hablamos con Antonio Burgos Belinchón, sin más título que sevillano de la calle Bayona.

El pasado Viernes Santo fue la última vez que se cruzó con el entrevistador antes de grabar esta interviú. Se colaba por entre los escasos nazarenos de terciopelo azul hasta ponerse frente al dintel de la Carretería, cuando el sol -ese sol traicionero y solemne de la hora nona- se clavaba en los varales salomónicos del añejo y romántico palio. Quien esto transcribe portaba una vara con el estandarte, y, naturalmente, le hizo sitio. No en vano todo el mundo susurraba: «Es Antonio Burgos».

-¿Sientes alguna vez remordimientos por haberte inventado una Sevilla que no existe?

-Yo creo que todos los que escribimos de Sevilla nos la inventamos. Sevilla es un objeto literario; es más, un objeto literario que después cobra realidad por aquello de Machado de que hasta que el pueblo las canta las coplas coplas no son. Yo muchas veces escucho en boca de la gente como concepto de definición de Sevilla cosas que ha escrito a lo mejor uno, o puntos de vista que uno ha puesto de moda, o incluso palabras que ha acuñado. Todos intentamos hacer una teoría literaria de la ciudad y desarrollar esa teoría literaria de la ciudad, por supuesto que inventada. Sevilla, a lo mejor, no existe. Al menos esa Sevilla que todos pensamos cuando escribimos de ella desde el amor o desde el odio o desde ambos a la vez. Sublimamos lo mejor de ella y nos olvidamos de muchas cosas de esta ciudad, la muy difícil ciudad de Sevilla (eso también me parece que lo escribí yo), o la muy falsa ciudad de Sevilla, o la muy cobarde ciudad de Sevilla. Nos olvidamos de que es falsa, cobarde, novelera, y nos vamos a ver en este tiempo la belleza de la jacaranda en flor o del magnolio del Alfolí con sus flores blancas.

-Lo cual es una realidad tangible.

-Sí, nos aferramos a realidades tangibles, incluso inmutables. Yo digo que a mí me gusta mucho el mar porque si tú te compras una parcelita en el campo, como tanta gente, y te haces tu chalé con unas vistas maravillosas de unos montes, llega un cateto y entre el monte y tú te hace una nave para los tractores. En el mar ningún cateto puede hacer una nave para los tractores. Ni a la jacaranda ni al magnolio los puede recalificar nadie para pegar el pelotazo ni ningún político puede dejar su impronta de por aquí pasó. En Sevilla se han hecho muchos crímenes en nombre de un gerundio. Yo personalmente fui en un momento dado de mi vida víctima de un gerundio. En Sevilla se hacen muchas cosas para que alguien pueda luego poner un azulejo o un mármol diciendo «siendo teniente de alcalde...» o «siendo delegado de...» o «siendo hermano mayor... fulano de tal». Aquí todo el mundo quiere dejar la impronta en la ciudad. Literariamente, yo creo que los que vivimos de ella también queremos nuestro gerundio correspondiente: «Siendo cronista de esta ciudad don fulano de tal fue acuñada la imagen de que Sevilla era una ciudad muy difícil y muy joía por culo».

-Tú hablas de una ciudad inmutable. ¿Dónde está?

-Está en lo que yo llamé en mi discurso de ingreso en Buenas Letras el patrimonio inmaterial de esta ciudad. Un nazareno de El Silencio sobre un fondo de cal; eso, gracias a Dios, es inmutable. Un óle en la plaza los toros, con una luz determinada, con un sonido determinado, con unos vencejos del Arenal por encima; eso, gracias a Dios, es inmutable. El reflejo de la Luna en el río es tan inmutable que tal como lo describe Almutamid es como lo puede ver cualquiera que se asome al puente Triana. Nos queda mucho de ciudad inmutable. Entre otras cosas porque yo creo que Sevilla puede con todo lo que le echen. ¡Se cargarían cosas las desamortizaciones en esta ciudad! ¡Se cargaría cosas la propia Exposición del 29 en esta ciudad que mi maestro Manuel Halcón uno de sus primeros artículos fue en El Liberal oponiéndose a la construcción de las torres de la Plaza España que iba a hacer Aníbal González! Aquí no hay nada nunca nuevo bajo el Sol, padre y tirano. ¡Se cargaría cosas el desarrollismo, el Prica aquel de los patios abiertos a fachada en el centro histórico, la Expo! Sevilla ha podido con todo eso, y Sevilla sigue permaneciendo. A mí me gusta mucho el verso ese de Quevedo de «solamente lo fugitivo permanece y dura». La permanencia de Sevilla está mucho en lo fugitivo, en lo efímero, en lo que pasa. La capacidad de resistencia de la ciudad es grande. Pocas ciudades del mundo han podido resistir, y Sevilla lo ha resistido, dos exposiciones universales en el mismo siglo. Meterle a una ciudad en un mismo siglo dos exposiciones universales no es un proyecto de progreso, es una jangá. Y Sevilla ha podido con las dos jangás. A la vista está: cada vez vienen más japoneses en calzones cortos para vernos. ¿Vienen a ver los japoneses en calzones cortos las cajas de zapatos de mármol de Macael que ha hecho la Junta? No padre. Vienen a ver la Sevilla fugitiva que, gracias a Dios, permanece.

Sevilla, un sueño

-Siendo un poco apocalípticos, ¿le puede llegar a esta ciudad la hora terminal, el polvo enamorado, volviendo a Quevedo?

-Yo pienso que no. Al menos siempre permanecerá -y ahora no me gusta citarlo porque es demasiado políticamente correcto- lo de Cernuda: aquello de «Andalucía es un sueño que unos cuantos andaluces llevan dentro». Sevilla, a pesar de todo lo que le hacen, yo creo que seguirá siendo el sueño de unos cuantos sevillanos. Esa alegría del sevillano del reencuentro con la ciudad -hablo de mañana de Domingo de Ramos, hablo de amanecer del Corpus, hablo de entre las dos luces del día cuando sale la Virgen de los Reyes-, ese reencuentro con lo que permanece de la ciudad, por mucho que se destruya... Quizá esto de ser sevillano sea una actitud ante el mundo, una forma de mirar el mundo. A mí me gusta ir siempre en contramano. Por eso me han puesto tantas multas a lo largo de mi vida. Ahora está muy de moda la autoflagelación del sevillano en este tipo de entrevistas. Lo políticamente correcto sería que yo ahora te dijera que los sevillanos somos unos chovinistas, que aquí padecemos el ombliguismo. Yo no sé por qué esa cosa de culparnos a los sevillanos de la grandeza de lo propio.

Falsos, cobardes y noveleros

-Me sorprende que hagas la apología del sevillano vanidoso, porque tú en su día decidiste reencarnarte en Abel Infanzón en un guiño descarado a don Antonio y aquello de qué maravilla Sevilla sin sevillanos. ¿En qué quedamos?

-Hablo de la ciudad, y no de los sevillanos. En punto a los sevillanos, si la ciudad es falsa no es porque sea falso el Giraldillo, que el actual lo es; ni porque sea falsa la Torre del Oro, que la actual todavía no lo es. Si la ciudad es falsa es porque los sevillanos son falsos. Si la ciudad es cobarde es porque los sevillanos somos cobardes. Si la ciudad es novelera es porque los sevillanos somos noveleros. Aquí es la ciudad donde más abrazos te pegan del mundo y donde más tiras de pellejo te sacan en cuanto que te has ido. El propio gusto taurino de Sevilla es por un lado la sublimación del miedo a través del arte -se les exige a los toreros del arte que tengan miedo porque un poco nos miramos todos en el toreo del arte y en el miedo del toreo del arte. Aquí sale un torero que contradice el esquema de la ciudad y le ponemos de Diego Valor, que es Diego Puerta. No iba muy descaminado Machado cuando decía eso. Aunque yo estos que se fueron de la ciudad -y ahora se habla mucho de ese tema con lo de Cernuda- yo creo que habían tenido que haberle echado dos cojones y haberse quedado aquí. Como Joaquín Romero Murube, que le echó dos cojones y se quedó aquí. Porque lo que no sabemos de Joaquín Romero es que era republicano hasta las cachas, que lo habían colocado sus correligionarios republicanos del Partido de Diego Martínez Barrios de conservador en el alcázar, y que aguantó el tirón el tío. ¿Qué fue Joaquín Romero? Un referente moral, ético, estético, durante la dictadura. Si Joaquín Romero hubiera muerto en Méjico, nadie hubiera escrito «Los cielos que perdimos». Esto es tan complicado, Angel, que aquí la tentación es irse. Yo quizás sea un bicho raro, y esté ahora mismo en una especie de reserva de Doñana de bichos raros de esta ciudad que nos han puesto aquí una reserva natural que escribiendo un artículo todos los días podamos permanecer aquí como si fuéramos linces ibéricos o especies dignas de protección. Porque viendo a los sevillanos, la incultura de esta ciudad, la sublimación a cada momento del mal gusto, lo que te pide el cuerpo es preguntar a qué hora sale el primer avión. Como le pidió el cuerpo a Cernuda, a Machado, a Manolo Mantero, a Rafael Montesinos, a Manolito Sánchez del Arco, a Manolo Díez Crespo. Sigue poniendo todos los nombres que quieras. Los que hemos resistido y no hemos cogido el primer avión y nos hemos quedado aquí dentro... La gente se cree que yo no vivo en Sevilla. Me hace mucha gracia. Ante esta Sevilla lo que te pide el cuerpo es tirar la toalla y irte a Madrid a ponerte en cola, como decía Pío Baroja. Por estar aquí hay que pagar un IVA (Impuesto de Valor Añadido), o un impuesto de vecino de Andalucía. Publicas un libro y presentar ese libro para que la gente se entere de que lo has escrito te cuesta siete veces más viviendo aquí en Sevilla que viviendo en Madrid. Y si te dedicas a algo tan raro como esto de escribir pues es que ya ni te cuento.

-¿Qué es lo que te retiene? ¿Tal vez ese comentario que oyes en la calle y que tiene derechos de autor A.B.?

-No. Yo me fui un tiempo de esta ciudad, por circunstancias que tú conoces y que no está al caso mencionar. Me fui a Suiza. Estuve viviendo un curso en Suiza. Entonces le dije a Isabel: «Mira, nos vamos a volver a Sevilla porque yo prefiero que me mate la ETA a que me mate la tristeza». Los que estamos hechos para vivir aquí no podemos vivir en otro lado. Bueno, después aquí hay que ir a lo de Bécquer, que algunos sevillanos tenemos alegre la tristeza y triste el vino. Esa alegría de Canal 47 a mí no me interesa  nada.

-¿De aquí, de Sevilla, no te echa nadie?

-Mira que han hecho para echarme. Yo me encontré a los cuarenta y tantos años en una situación muy divertida, que fue con una mano detrás y otra delante. Eso es una situación ante la vida un poquito complicada. Podría haberme ido a Madrid entonces, y no me faltaron, gracias a Dios, ofertas para irme. Pero a mí no hay quien me eche de Sevilla. No hay ni señorito, ni maestrante ni ETA que me eche de Sevilla. Pon lo de maestrante, que tengo mucho interés.

«ABC es el periódico institución de Sevilla»

A. P. G.

 

-¿Cuál es el secreto de ABC en Sevilla? Porque la grapa no es.

-Yo en el discurso del Cavia dije que Torcuato Luca de Tena, póstumamente, había dejado en Sevilla una especie de Plaza de España periodística, de la misma época que la otra, que era el ABC. La gente se va a hacer fotos a la Plaza de España todavía, aunque esté la Expo, porque ésa es la Plaza de toda la vida. Aquí los conceptos de toda la vida son muy curiosos. La Plaza de España está ahí de toda la vida, más o menos la trajo Almutamid, algo así. El ABC está ahí de toda la vida. Yo he visto crecer el ABC, ojo. En mi casa, como en tantas casas sevillanas, no eran suscriptores de ABC, que era el liberal, y eso era pecado según se decía en los púlpitos de la época. El periódico que entraba en casa era El Correo de Andalucía. Y era el que más esquelas traía. Pero hubo un momento, que es el momento Enramadilla del ABC, y el momento Dirección Guillermo Luca de Tena -no debe nunca olvidarse eso- que deja de ser un periódico de Madrid para convertirse en un periódico de Sevilla. Hay un momento -y lo que te voy a decir no es un chiste, sino un hecho para que lo estudien los teóricos de la comunicación- en que las esquelas dejan de publicarse en El Correo de Andalucía y empiezan a publicarse en el ABC. ¿Cómo se ha conseguido eso? Todas las ciudades que no son Madrid tienen un periódico institución. Y el periódico institución de aquí es el ABC. Yo, que actualmente escribo en la competencia, aunque me he dejado muchos años de mi vida ahí, lo tengo que reconocer. ¿Por qué sin grapa el Diario de Cádiz es en Cádiz lo que es? ¿Por qué sin grapa El Ideal es lo que es en Granada? No es cuestión de la grapa. Es cuestión de convertirse en la institución de una ciudad.

 



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