Cuando
Aznar llegó a Jerusalén podía haber cantado como Lola Flores en el Lerele:
"Vengo del templo del faraón"... Dicen que la imagen de Aznar en los templos de
los faraones daba seguridad y tranquilidad en ese Egipto donde los fundamentalistas
ametrallan turistas cada lunes y cada martes. Pero si se trataba de tranquilizar ante las
amenazas a los turistas, a Aznar no le hacía falta meterse en carretera. Aquí hay un
Egipto interior de mucho cuidado. No ametrallan autobuses de turistas, pero es una
heroicidad ir de noche por ciertas zonas de la capital. "¿En Callao os metisteis por
la noche?", dijeron a unas amigas que hacían el turista en la Corte, añadiéndoles:
"!Qué temeridad!"
El turismo es la primera
industria nacional, y también el fundamental vivero de víctimas para los atracadores.
Hasta el punto de que en las fronteras del barrio del Museo de Sevilla, donde iba a diario
Juan Miguel a pintar las maravillas de Murillo y Rafael, los vecinos tuvieron que
desplegar unas pancartas que advertían en ingles: "Yo que usted no lo haría,
forastero; está usted entrando en una zona altamente peligrosa." En el barrio de
Santa Cruz, no con lunita plateada, sino a plena luz del día, una turista catalana era
mortalmente apuñalada por un navajero. Por no hablar de la ruina turística que hace
muchos años padece el País Vasco. Quieres ir a San Sebastián para la inauguración de
la plaza de toros y te dicen: "Chiquillo, ¿pero en San Sebastián te vas a meter,
tú estás loco?". Los fundamentalistas del asesinato han dejado Euskadi como un
Egipto sin pirámides a efectos del turismo. Por eso digo que si Aznar quería dar imagen
de tranquilidad turística, mejor que se hubiera ido a los Egiptos interiores. A pasear
por La Concha. A pasear por la Gran Vía. A pasear por el Barrio de Santa Cruz.