Estaba haciendo tiempo para asistir a la despedida de Agustín
Muñoz Grande como capitán general de Sevilla (eso a lo que le han puesto de mote
"jefe de la Región Militar Sur") y entré a tomar café en el muy currista
Hotel Pasarela. Llegó Francisco Baena Bocanegra con el hijo del fiscal Alfredo Flores,
también del gremio de letrados. Charlita habitual, y lo de siempre en la barra de un bar:
pelea a ver quién paga. Hice valer mis derechos, porque en las barras de los bares los
sevillanos aplicamos una norma del Derecho Romano. Quien estaba ya en la barra es quien
tiene mayor derecho a la hora de pagar, porque "Prior tempore, potior iure".
Norma que, teniendo Baena su bufete allí al lado, entraba en colisión con otra también
consuetudinaria y de mayor rango, cual el derecho de vecindad, que se formula con la frase
que dijo Baena: "A este señor no le vayas a cobrar, que no es del barrio".
Y convinimos en que a ver si
la Real Academia Sevillana de Jurisprudencia hace un estudio de este romano sustrato del
Derecho Popular, que tiene figuras únicas, como el guante de su Derecho Civil. Ese
estudio lo deberían hacer también para Cádiz, porque en todas las ciudades andaluzas
hay un derecho que emana de la costumbre, fuente de toda norma jurídica. Se cita que una
vez absolvieron o rebajaron la pena a un asesino en Cádiz porque el crimen lo había
cometido en día de levante. El levante, que vuelve macandé a la gente, es,
evidentemente, una eximente, por la enajenación mental transitoria que causa. Pero no
debe quedarse en el levante la norma legal gaditana, emanada de la fuente jurídica de la
costumbre. La costumbre es que, por mucho que se largue en Carnaval, el hecho mismo de la
copla es ya una eximente de todo cuanto se diga en ella. El pobre de Paco Sánchez, que
llevó a los tribunales a una chirigota que se había metido con él, puede ser una
excepción. No debe olvidarse que Cádiz es la Cuna de la Libertad. La libertad de
expresión debe ser mayor en su cuna que en la sepultura de los Madriles. Lo digo por el
fiscal jefe de la Audiencia de Cádiz, Isidoro Hidalgo, y por Juan José Téllez, sobrado
escritor, navegante periodístico de los ochenta mundos gaditanos, transatlántico poeta,
que está en vísperas de banquillo. Hidalgo lo ha empapelado por usar la ironía contra
la Fiscalía en unos artículos a raíz de la condena de Miguel Alberto Díaz,
sindicalista de Comisiones Obreras. ¿Un proceso, y criminal encima, por usar la ironía?
¿Por usar la ironía precisamente en Cádiz? Hombre, señor Hidalgo, con todos mis
respetos, no vaya a ser que me lleve usted también para el jardín de la antigua Cárcel
Real y luego a la real cárcel del Puerto 2. Esto de procesar por usar la ironía puede
hacerse por ahí arriba, por Castilla, Castilla, o por las Asturias de Paco Cascos, ¿pero
en Cádiz, joé? Mire su señoría ilustrísima: si Téllez usaba la ironía gaditana,
ahí no puede haber delito de ninguna forma. Ahí lo que puede haber es gracia para
reventar, para matarse y para darse chocazos por las esquinas de los cañones de bronce.
Y digo yo en tiempo y
forma, y como defensa de Téllez, que la ironía nunca puede ser delito en la propia cuna
de la Libertad de Expresión, donde se inventó el derecho de imprenta. Eso de la ironía
puede ser delito donde las boinas, que la emplean con mucho malage, ¿pero aquí, señor
fiscal? En Cádiz lo que creo yo que debe tener cárcel es no tener gracia ninguna ni
saber usar el arma de la inteligencia, que es la ironía. Condenar por usar la ironía en
Cádiz es como condenar por usar el bacalao en Escocia.