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Me
llaman del diario que dirige mi querido Fernando Orgambides.
Vienen publicando una más que loable campaña a favor del
monumento a Luis Cernuda. Aquel proyecto de monumento que nunca
pudo llegar a ver completado Jesús Aguirre cuando fue animoso
Comisario de la Ciudad de Sevilla para aquellos fastos del 92
que fueron tan nefastos, ay, para el Duque de Alba. El proyecto
era poner un Luis Cernuda escultórico asomado a un balcón de
la plaza de Molviedro. Si ahora, en el centenario del poeta, se
levanta por fin ese monumento, el memorial será doble: por un
lado, a Luis Cernuda; por otro, al propio Jesús Aguirre, en
cuanto logra su ilusión después de muerto.
En la llamada del periódico que comento, me he dado cuenta
de la verdad de todos estos revuelos cernudianos que nos
traemos. La llamada la hacía una redactora bastante educada y
atenta, que me preguntó mi parecer sobre la iniciativa del
monumento:
-- Es verdaderamente justo, equitativo y saludable --le dije,
con palabras de ritual, en el prefacio del año cernudiano.
-- ¿Y le parecen adecuados los emplazamientos que se
barajan, como la plaza de Molviedro?
-- Me parecen bien todos, aunque creo que Luis Cernuda ya
tiene un monumento en Sevilla.
-- ¿Un monumento ya?
-- Sí, es un magnolio. El magnolio
monumental que hay en la esquina de la Catedral, frente a
Correos, es el mejor monumento que Sevilla puede dedicar a Luis
Cernuda. Cada vez que paso por allí me acuerdo del
"Atardecer en la Catedral". Pero no desde ahora, sino
desde cuando había que comprar de contrabando la prohibida
edición de "La realidad y el deseo" en el Fondo de
Cultura mexicano, o cuando de "Ocnos" había en
Sevilla un solo ejemplar, de la edición de Ínsula, en la
biblioteca de la Facultad de Letras.
Sentí al otro lado del teléfono el silencio de una cierta
perplejidad de la redactora, cuando me preguntó, muy juncal,
como para tomar buena nota:
-- ¿En la esquina de la Catedral con Correos?
-- Sí, allí, señorita, aquel magnolio.
-- ¿Y por qué un magnolio?
-- Señorita, ¿no ha leído usted "Ocnos"?
-- No, no lo he leído, pero le prometo que procuraré
leerlo.
-- ¿Y no ha leído "La realidad y el deseo"?
-- No, tampoco.
-- Pues cuando lea esos libros encontrará el significado
simbólico del magnolio para Luis Cernuda. Luis Cernuda evocaba
siempre a Sevilla a la sombra de un magnolio en flor...
El lance es más significativo de cuanto parece. Y triste.
Esta es la realidad de fondo del año cernudiano, del centenario
del poeta de la calle del Aire. Los que han leído a Cernuda en
Sevilla caben en un microbús. Mientras no se remedie el
desconocimiento de su obra, el centenario no servirá más que
para la saturación de los tópicos: que si la Sevilla eterna le
hizo la vida imposible, que si no le perdonaron su libre opción
sexual... Cierto que Cernuda se fue de Sevilla. Pero si
estuviera ahora aquí, en viendo a los cernudianos de ocasión,
se volvería a ir. Mucho me temo que el centenario servirá para
que muchos se hagan la foto al lado de Cernuda, pero no para
conocer de verdad su obra, más sevillana que las yemas de San
Leandro, que las tiendecitas de los plateros de la Plaza del
Pan. Dadas las coordenadas del adocenado panorama cultural, la
única solución que veo es que Joan Manuel Serrat grabe un
disco, poniendo música a poemas de Cernuda. A Antonio Machado
por lo menos lo conocen a través de Serrat.
Sobre flora de Sevilla, en El
RedCuadro:
- Ya ha florecido el azahar
- Un chute de azahar
- Un hallazgo en la luz
- La primera jacaranda
- Poema de las acacias
- Magnolias
- El Jazmín,
elegancia de una flor
- Albahaca, la
caricia de una planta
- El esplendor de la jacaranda
- El mensaje de la acacia
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