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Memoria de Andalucía

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,   sábado 16 de enero de 1998


Sánchez Mejías, con la Generación del 27

Ignacio Sánchez Mejías, con la Generación del 27, visto por Idígoras y Pachi

Ignacio Sánchez Mejías, con la Generación del 27, visto por Idígoras y Pachi

A los escritores de Madrid les ha gustado mucho siempre venir a Sevilla. "Bajar al Sur", como ellos dicen. Sobre todo si los convidan. Del premio Nobel al premio Adonais, no escritor que se resista a una convidá a tren con destino Sevilla. En tiempos del Ave y en tiempos del tren expreso de Campoamor. La fama literaria de Sevilla está acuñada, a partes iguales, por los viajeros románticos y por los nada románticos viajeros mangones de tren y hotel. Tal fue el caso de la Generación del 27. La Generación del 27 no pudo elegir peor lugar para nacer. Nació en conmemoración de Góngora. Que se sepa, Góngora era de Córdoba. No tienen más que mirar el impresionante soneto grabado en mármol junto al río y al puente, frente al Campo de la Verdad. Según Madrid y la difusa teoría del Sur, para celebrar el centenario de un poeta cordobés como Góngora, nada mejor que Sevilla. Total, Córdoba y Sevilla son lo mismo a los ojos de Madrid. El Sur, como ellos dicen. Aquello del centenario del cordobés Góngora en Sevilla fue tan absurdo como si el centenario de Velázquez lo celebraran en Huelva. Sólo que los de Sevilla nunca se dejan, y los de Córdoba se dejaron con Góngora. Pagaba el viaje y la estancia de hotel Ignacio Sánchez Mejías, y como Ignacio Sánchez Mejías era de Sevilla, pues, nada, centenario de Góngora de Córdoba en el Ateneo de Sevilla.

La famosa fotografía del homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla es, pues, el retrato no solamente de la Generación del 27, sino de una partida importante de mangones convidados a mesa, mantel, hotel, tren, fiesta campera en Pino Montano y lo que se tercie por Ignacio Sánchez Mejías. Rumbo y elegancia de una raza vieja, que, la verdad, por cuatro perras gordas inventó todo un mito literario. Como en tantas contradicciones de Sevilla, el famoso acto del Ateneo no se celebró en el Ateneo, sino en el salón de actos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, en la calle Rioja. Y estuvieron en el estrado todos los venidos de Madrid, pero ninguno de Sevilla. La excepción eran Blasco Garzón y José María Platero. Ya es puntería: hacer una fotografía en Sevilla a la generación del 27 y no sacar un solo poeta de Sevilla, ni a Luis Cernuda, ni a Rafael Porlán, ni a Joaquín Romero Murube, ni a Juan Sierra, ni a Rafael Laffón, ni a Antonio Núñez Herrera. Hicieron la foto del 27 en Sevilla y, como era de noche, se dejaron fuera nada menos que toda la brillante nómina sevillana de los poetas del grupo "Mediodía", cuya revista alentaba (y empezó pagando de su bolsillo) Manuel Halcón.

Foto, pues, simbólica donde las haya. Mientras sale en la foto un señor que se llama Chabás y que ahora en muy conocido en su casa a la hora de comer, entre el publico estaba un muchacho, hijo del coronel del Regimiento de Ingenieros, que se llamaba Luisito Cernuda, pero ninguno de los mangones de Madrid tuvo el detalle de decirle que, ya que no lo invitaban siquiera a leer sus versos, por lo menos subiera a hacerse la fotografía mientras pegaba el fogonazo el magnesio del fotógrafo del diario "La Unión". En la foto está un señor que se llama Bacarisse, cuyo máximo honor actual es que la gente lo confunde con el gran pintor gibraltareño afincado en Sevilla que fue don Gustavo Bacarisas. Nada, los de Sevilla, como no mangaban viaje de Ignacio Sánchez Mejías, inéditos para la historia visual de la poesía española contemporánea. Aquí, si quieres ser alguien en la poesía, coge el tren y vete a Madrid, que ya te pagará el señorito Sánchez Mejías el billete de vuelta, como se lo ha pagado incluso a los andaluces, al gaditano Rafaelito Alberti, a Lorca el granaíno.

Por eso hay que hacer justicia a Sánchez Mejías, y por eso Idígoras y Pachi lo han puesto ahí delante del estrado que preside don Manuel Blasco Garzón. Al negro empleado del Llorens que salió de primer Rey Negro en la Cabalgata de José María Izquierdo le han dicho:

-- Acerca una silla, que se va a poner don Ignacio en la foto, para hacerle justicia histórica.

Y ahí está Ignacio, tan bien sentado, tan bien plantado, tan torero, con el compás abierto, despatarrado en la silla, delante de los escritores. Escritor era Sánchez Mejías al fin y al cabo. El autor del drama Sinrazón y de la comedia Zayas. El cuñado de Joselito el Gallo. El que tuvo que dar muerte en Talavera al Bailaor que había matado a José. El gran banderillero. El genio que debutó en Madrid toreando una novillada de Fernando Villalón, que eso es como matar un Romance del 800 y una Toriada. Si la Generación del 27 existe, en parte es gracias al señorito rumboso que los convidó y los congregó en el mangoneo de Pino Montano y del Hotel Pacífico. Si Fernando Villalón existe como poeta, es porque Ignacio Sánchez Mejías lo animó a escribir. Sánchez Mejías fue presidente del Real Betis Balompie, tanto arte no puede ser más que bético. Esto de la Generación del 27 no lo puede inventar más que un bético. El Betis es el único club de fútbol de todo el mundo que tiene en su historia un presidente muerto por un toro. A ningún presidente de ningún club de fútbol le ha dedicado nunca ningún García Lorca un elogio fúnebre en forma de un Llanto que forma ya parte de la historia de la literatura universal. Es lo menos que Federico podía hacer por aquel genialón señorito de Sevilla al que sus colegas de Madrid le mangaron el viaje fundacional de la Generación del 27. Por la cara.

 

   


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