El
caballo se ha democratizado, ¿quien lo democratizó?, el democratizador que lo
democratizare, buen democratizador fue. 200.000 personas, que se dice pronto, han visitado
el SICAB, el Salón Internacional del Caballo. Me parece que esa cifra no la alcanzaron ni
la Feria de la Tapa, ni la Feria del Toro. Esa cifra es un quinto de rocío, si
tomamos como unidad de medida de las multitudes andaluzas el rocío, que equivale a
un millón de visitantes, según la tópica cifra que se da de visitantes a la aldea de
Almonte cada Pentecostés.
El caballo era antes símbolo
del señorito andaluz. Ahora como los señoritos, primero que no son exclusivamente
andaluces, y segundo que no tienen caballo, sino fincas de montería y yates, pues ya no
es símbolo de casi nada. Es como un animal de compañía que encima sirve para darse
garbeítos por el campo y para ir a la feria o al Rocío. Del caballo como símbolo de
bienestar al caballo de los boxes de los chalés o de la alquilada en el picadero media el
entendimiento del caballo como mascota. Pero a este caballo cada vez más democratizado no
ha llegado la Constitución. El Ejército ha dejado de ser un poder fáctico, y los
militares, disciplinados cumplidores de la Constitución, saben que están al servicio del
pueblo soberano... excepto en materia de cría caballar. El registro de la Pura Raza
Española está en manos del Ministerio de Defensa. Es decir, que un potro no nace, ni
viene de su padre y de su madre hasta que no lo dice un señor de caqui, que en algunas
ocasiones, aunque sea del Arma de Caballería, sabe de los caballos que tiene que
inscribir en el Libro Registro bastante menos quienes han criado a la yegua y al
semental... jugándose su dinero de empresarios entre otras cosas. Esto es como si el
registro de agentes comerciales o de administradores de fincas urbanas estuviera en manos
de los militares, a pesar de la Constitución.
Sólo por el servicio que los
criadores de caballos de Pura Raza Española hacen a España deberían los militares
soltar ya el monopolio del Libro de Registro. Especialmente los criadores andaluces. El
presidente de su asociación, Adolfo Sánchez de Movellán, ha dicho: "Estoy
convencido de que si este caballo, en vez de tener su origen en Andalucía no hubiera
tenido en otra región, hoy no se llamaría pura raza española. Se llamaría no
sé cómo, pero pura raza española seguro que no..." Pues yo le voy a decir
cómo, don Adolfo, que a las cosas hay que echarle un poquito de lo que llevan sus
sementales de usted entre las patas traseras: se llamaría pura raza catalana o pura raza
euskalduna. Y, en ese caso, los militares les habrían entregado ya el libro de registro
hace algo así como quince o dieciocho años, casi la edad de la Constitución a punto de
cumplir sus veinte tacos. Aquí somos tan como somos que siendo andaluces esos caballos de
pura raza del SICAB y siendo andaluces los caballos a los que Alvarito Domecq enseñó a
bailar, en vez de llamarles pura raza andaluza, como quiere la Junta de Andalucía
con muy buen criterio, decimos que son pura raza española.
Andalucía podría sacar
más que Cataluña y el País Vasco juntos sólo con cobrar derechos por la imagen que
presta a España. ¿Los toros? De aquí. ¿El flamenco? De aquí. ¿El caballo de pura
raza? De aquí. Los turistas vienen para ver toros, flamenco y caballos. Creen que están
viendo España, pero ven Andalucía. Andalucía, generosamente, cede a España esos
símbolos. España, como pago, nos pone un militar para que diga qué caballo andaluz es
andaluz, mientras a otros les da cuanto piden por decir que ellos no son españoles.