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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,  viernes 16 de abril de 1999


Cisneros y los cartujos

La Cartuja de Jerez
La Cartuja de Jerez

Manuel Cisneros, el apoderado de Curro Romero, es un aragonés serio y recto donde los haya. Hombre culto, lector fecundo, conoce como pocos las miserias y grandezas del mundo de los toros. Y le tiene un respeto impresionante a esta Sevilla en la que, como legado de Balañá junto a Canorea, ejerció de sacerdote en las nupcias civiles entre la simbología de la ciudad y el mito del Faraón. Cisneros es una insólita excepción de señorío en un mundo de chuflas como es el planeta de los toros. Lo ves, y parece un catedrático de Instituto en alguna ciudad de Aragón más que el clásico apoderado al uso de puro, tumbaga y poca vergüenza. Cisneros, por ejemplo, me ha recomendado muchas veces que no deje de leer algún texto del "Diario del Siglo XX" que entrega este periódico:

-- Mira lo de la boda del Gallo en México. Es una cosa breve, pero enjundiosa.

Buen conversador, amigo de una buena mesa y de una charla apacible y sosegada por tolerante, Cisneros es de la respetable estirpe de los españoles que crecieron en familias republicanas. Sufrió la amargura de la derrota de muchas ilusiones tras el Desfile de la Victoria. Y permanece por libre fiel a esas ideas, defraudado como muchos millones de españoles por la esperanza en la izquierda tras la recuperación de la democracia. Harto de coles como muchos rojos por el plan antiguo, tiene el equilibrio de reconocer el mérito donde se halle, por encima de ideas y creencias. Y suele acudir a menudo a La Cartuja de Zaragoza, donde es muy amigo del fraile Ferrari, sí, Ferrari, como los coches, nieto del fundador de esa fábrica. Un ingeniero italo-argentino que antes que fraile fue campeón de golf y tiene una apostura de galán de cine. Algo así como Amigo Vallejo, pero en cartujo. Cisneros, que sabe callar como los cartujos, admira la sabiduría de Ferrari, y un día de éstos, cuando vaya a embarcar algo de Alvaro por la carretera de Medina, seguro que se para a visitarlo en las serenas alamedas de la Cartuja de Jerez, donde el seguidor de San Bruno acaba de ser trasladado.

Cisneros me hablaba con admiración de los cartujos y, como es hombre que sabe degustar las bellezas (por eso apodera a quien apodera), me decía:

-- Fíjate que los cartujos siempre hicieron los monasterios en los lugares más hermosos... Aquí en Sevilla, al otro lado del río, frente a la ciudad. En Zaragoza, en un lugar delicioso. En Jerez, ya has visto el paisaje de La Cartuja. Son unos sabios. Tienen una serenidad y una claridad de ideas... Este Ferrari, hace ya muchos años, me dijo un día que el futuro de España era convertirse en una sociedad de servicios para Europa. Mira si lo tenía claro...

Cuando dejo a Cisneros y su sabiduría cartujana, miro el azacaneo de Sevilla en fiestas y doy la razón al nieto de Ferrari el de los coches. En Sevilla se cumple la ley cartujana. Aquí había una copla con un novio cartujano pintor de loza y se ve ahora la copla de esta España de servicios de un fraile cartujano pintor de futuros, al que las palanganas le salen tan bien dibujadas que Cisneros está encantado con su sabiduría y hasta me ha hecho mirar a Sevilla reflejada en su agua clara. Y, oh maravilla de las maravillas, hasta hay una tregua andaluza contra Sevilla en estos días de la consagración de la ciudad de servicios. Matrículas de Huelva, de Granada, de Málaga. Por unos días, el centralismo sevillano no existe.

 

 


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