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Como
divisa en unas armas de nobleza coronadas por el yelmo de la
hidalguía sobre la piedra de un pazo de palabras geniales cuya
galleguidad le discute el cipote sin Archidona del Bloque, Cela
nos dejó su testamento civil sobre la crueldad de España:
"El que resiste, gana". Pero, ¿qué le ocurre al que
no resiste? Que es devorado por la boñiga ambiente. Nicolás
Redondo Terreros ha escrito su homenaje a en forma de
comparecencia ante la prensa: "Tenía dos opciones:
resistir, o la que acabo de anunciar". Lo que acababa de
anunciar era que había llegado a la conclusión de que un chico
como él no hacía absolutamente nada en un sitio como ése, en
un socialismo vasco que ha tirado por la borda los viejos años
de lucha por la libertad y quiere sentar plaza de Madrazo y de
Llamazares en el servicio doméstico del palacio de Ajuria Enea,
donde por lo visto pagan muy bien a las criadas. A algunas,
hasta las ha dado una consejería.
Nicolás Redondo es de esa rara estirpe de socialistas que
votaríamos encantados aquellos a quienes el felipismo nos
produce arcadas. De la estirpe de José Rodríguez de la
Borbolla, un señor frente a guerristas y felipistas. Redondo ha
sido lo que parecía que iba a ser Zapatero. En sus ansias
infinitas de no soltar balón y de tener el rencor como motor de
todos y cada uno de sus actos, González ha aplicado el título
de su libro polanquero hasta a quienes ha puesto al frente del
partido donde sigue de Reina Madre: ni Zapatero es ya lo que era
cuando venció en las primarias a Bono. Debajo de esas aguas
podridas no puede resistir no digo ya Cela y su divisa de
hidalgo de Iria Flavia, sino ni el mismo Comandante Costeau. En
el socialismo postfelipista no ha lugar para los caballeros que
no tengan el rencor contra Aznar como norte de su vida. Hasta
compran barajas para romperlas cuando ven la menor posibilidad
de acuerdo constitucional con el adversario, por los supremos
intereses de España. España hoy por hoy en el PSOE se sigue
llamando Felipe González, no se olvide.
A Redondo, en los pesebres de la calle Ferraz, le llamaban
"Menor Oreja". No me extraña que le dijeran eso, y
que le sacaran la entrevista con Aznar como la máxima
acusación. Aquí se puede uno entrevistar por lo bajini con
Arzalluz para pactar los pasos hacia la autodeterminación, con
el Rey de Marruecos para quién sabe si ponerle fecha a la
entrega de Ceuta y Melilla. Pero a Aznar ni se le puede saludar
por la calle, aunque se cruce uno con él en un semáforo. Todo
eso puede hacerse, claro, siempre y cuando se llame uno
González y no Redondo. No sé para qué se tomaron estos
señores el trabajo de hacer unas primarias, si ahí sigue
mandando González. Lo de la Argentina ya lo inventamos aquí.
Aquí, en el PSOE al menos, el que manda es el que perdió. Ni
mayor ni menor. La inmensa oreja del de siempre.
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