Igual que para muchos andaluces del Pino de la Joroba para allá todo es
Alemania, para los americanos, de la Estatua de la Libertad para allá todo es México,
especialmente desde el Harlem hispano para allá. Los americanos, grandes expertos en la
geografía del mundo que tienen como imperio y al que toman como jarrillo de lata de sus
intereses económicos y políticos, tiene una idea bastante personal de dónde cae España
en el mapamundi. Los americanos se dividen, a estos efectos, en dos grandes grupos: los
que creen que España está entre Perú y Bolivia y los que creen que anda entre Brasil y
Argentina. Pero por algún sitio de América del Sur, desde luego. En Estados Unidos, lo
"hispano" es lo hispanoamericano, con toda su Sexta Flota y todo su poderío no
han conseguido que su concepto de Hispanidad cruce el charco. El hispano es un señor
bajito, con cara de medio indio, que friega platos en un restaurante y tiene que
conformarse con los puestos de trabajo que ni los negros quieren, y eso que son negros.
Los hispanos no han tenido en Estados Unidos su Martin Luther King, y lo de Cesas Chaves
se ha quedado en un tímido intento de reivindicación, por lo que cabe que a estos
efectos Antonio Banderas pueda llegar un día a ocupar el lugar de Fray Bartolomé de las
Casas, de las casas buenas de Beverly Hills y de Miami en manos de hispanos que no friegan
platos, como Julio Iglesia, Raphael o Bertín Osborne.
Los americanos no saben dónde
está España, desde luego, pero cuando piensan en España lo que se les aparece es
Andalucía. Andalucía un poco avalencianada, por aquello de la paella, pero Andalucía al
fin y al cabo. Para los americanos, España es el toreador, el flamenco, el olé, la
sangría y para usted de contar. Tienen que estar embarcados en la Sexta Flota y que su
portaaviones nuclear llegue a Rota para que se enteren de que aparte de esas gloriosas
instituciones también hay otras, como el pescado frito o la siesta. O tienen que ser
estudiantes en viaje de fin de curso por Europa para que se enteren de que aparte de
Torres Bermejas y de Las Ventas, aparte de Toledo, España es Andalucía; si no, la
Alhambra, por lo menos el Alhambra Palace, dos días y una noche. Tal fue el caso de Bill
Clinton, un estudiante americano que ya tenía la cara de gilipollas que tiene ahora
cuando con su curso vino de viaje de fin de estudios por España, donde descubrió que era
cierto todo lo que, por estar en español, no entendía en el "Granada" de
Agustín Lara. Bill Clinton, que en otros lugares de su viaje estudiantil había
descubierto el flamenco y las papas gordas de sangría, se puso lírico cuando descubrió
en Granada la puesta de sol. "Oh, biutiful, very biutiful...", dicen que dijo.
Es más, estoy por asegurar que hasta que llegó a Granada el pobrecito mío no sabía lo
que era una puesta de sol, porque con esa cara de gilipollas no se puede saber qué es una
puesta de sol ni aquí ni en Arkansas.
Así que a Clinton el cantar
se le volvió gitano cuando era para Hillary, viendo ponerse el sol en Granada como había
podido verlo salir por Antequera, porque ahora se ha demostrado que no se enteró de nada.
El asunto de Monica Lewinski ha permitido establecer al Rand Institute y a la Universidad
de Harvard que Clinton confundió lamentablemente a Granada con Cádiz. Tras el triunfo
audiovisual de Jesús Quintero en diversos países americanos, como Uruguay, Argentina,
San Juan de Puerto Rico y San Juan del Puerto, llegó a oídos de Clinton la famosa frase
del Loco de la Colina: "En Cádiz hay que mamar". En su resumen de prensa
diario, el United States Information Service (USIS) pasaba cada mañana al presidente
Clinton la frase de Quintero, pronunciada ora en el Canal 47 de Nueva York, ora en las
páginas de "La Nación" de Buenos Aires. Y cada vez que la leía con sus gafas
de cerca, poniendo su habitual cara de niñato gilipollas americano, don Bill decía:
"Ah, Cádiz, yo haber estado allí, en Cádiz preciosa puesta de sol en la
Alhambra". Y eso que no había visto el tío ponerse el sol en la Caleta gaditana...
Total, para no ser largos, que
se decidió llevar a Hillary a que viera la puesta de sol en Granada, convencido de que en
Granada hay que mamar. Formó la que saben, hasta al Rey de España lo metió en el lío,
allí anduvo por Granada el muy falso de arrumacos con Hillary, mientras el sol se ponía,
y sin enterarse absolutamente de nada, ni de dónde estaba Granada, ni de que aquello no
era Cádiz, y que en Granada el tópico es lo de "todo es posible", pero que de
la mamancia no se dice nada. Ya resultaba raro el extraño interés de Clinton en poner un
tren de cremallera hasta Sierra Nevada, que le decía al Rey: "Johny, tienes que
poner un tren de cremallera hasta el Veleta, porque yo sé mucho de cremalleras..."
Vuelto Clinton a Estados
Unidos, fue que se lió lo que saben. Porque estaba poniéndose el sol una tarde por los
ventanales de la Casa Blanca cuando entró Mónica Lewinski, con la excusa de unos
papeles. Y entonces fue cuando, acordándose de la puesta de sol y liado con el proyecto
del tren de cremallera al Veleta, le dijo a la Lewinski la frase famosa que acabará
costándole el cargo: "Esto es Granada y aquí hay que mamar".