Pinche para leer el Magazine de El Mundo en Internet

Pinche para leer el diario El Mundo en Internet

 

"Mirando al mar soñé": Una recopilación de textos como estos Jazmines. Pinche para información y compra del libro    "Reloj, no marques las horas": Una recopilación de textos como estos Jazmines. Pinche para información y compra del libro

Compra por Internet de MIRANDO AL MAR SOÑÉ (Librería On Line de El Corte Inglés)

Compra por Internet de RELOJ, NO MARQUES LAS HORAS (Librería On Line de El Corte Inglés)

 

Antonio Burgos: Jazminez en el ojal

Anteriores "Jazmines en el ojal"

Una ferretería victoriana

 

NO SÉ POR QUÉ SE nos llena la boca hablando de la Inglaterra victoriana, cuando aquí tenemos una olvidada, ignorada, destruida España victoriana. Lo que ocurre es que como está en trance de desaparición, por las sucesivas reformas de las modernidades de cada tiempo, tienes que entrar, como hice la otra mañana, en una ferretería monumental y artística que se llame Bazar Victoria para que te des cuenta de que hubo una moda, una estética, una mentalidad que caracterizaron la España del reinado de Doña Victoria Eugenia de Battemberg. La España victoriana es tan interesante como la huelga general de 1917, que dicen que fue el fenómeno social que acabó con ella. Es una España en la que la tradición lucha contra el progreso. Al fin y al cabo, lo de siempre aquí, señores guardias civiles, la lucha entre romanos y cartagineses que aún no ha terminado. Aquella España victoriana, por ejemplo, dio la Generación del 27 mientras seguía produciendo por docenas poetastros locales cuya gloria era acompañar a la reina de los Juegos Florales y recibir de sus manos la flor natural o la englantina. Una España entre la cursilería y el Art Decó, entre Sert y Aníbal González, entre el Ensanche y el Barrio Gótico, entre los distinguidos sportmen y los toreros, entre Las Hurdes y la Ciudad Universitaria, entre Buñuel y los Hermanos Alvarez Quintero.

En aquella España y en honor de la Reina, la nación se llenó de establecimientos que se llamaban Victoria: Granja Victoria, Café Victoria, Confitería Victoria... Mal nombre tuvo aquella hermosa Reina de España, porque en esta nación de aventuras coloniales y guerras civiles, entendemos siempre por Victoria el triunfo de media España sobre la otra media, o sobre los socorridos moros de cada Reconquista. Hay que ser un experto en estética refinada de la España de entreguerras (que no otra cosa es la España victoriana) para distinguir los títulos que honran a la Reina de los que recuerdan todavía a triunfos militares de Prim o de O´Donnell en las sucesivas guerras africanas, o ya a triunfos de los golpistas en la contienda incivil. Victoria fue la de la batalla de Tetuán y Victoria fue la paz de los cementerios en 1939. Distintas de esta Victoria Regina de la España de los bombines y las gorrillas belmontinas, de las últimas levitas y las primeras chaquetas americanas, de los raros automóviles y las berlinas de los puntos de las paradas de los coches de caballos.

A esta España pertenece y sigue perteneciendo el hermoso Bazar Victoria de mi pueblo. Está en la calle donde Cervantes estuvo preso y dicen que concibió El Quijote. Entrecárceles se llama la calle todavía, porque estaba entre la cervantina Cárcel Real del pueblo y la Cárcel de los Señores, que hasta en presidiarias materias había clases. Tiene la ferretería ejercicio de grandeza hasta en su mismo título, de ser llamada Bazar. Grandeza del largo mostrador de caoba, de sus estantes como de Biblioteca Nacional o por lo menos de Universidad de La Regenta. Hasta un altillo de escalares y barandilla tiene el comercio que es el que te hace recordar aquella biblioteca donde don Ramón Menéndez Pidal salía siempre retratado, encaramado en una escalera a la busca de una edición dieciochesca de una variante del romance de Gerineldos.

Como tantas cosas fuera del tiempo, como las señoras que fueron guapas y conservan la belleza, la ferretería victoriana de Entrecárceles guarda el esplendor perdido en la largura de ese mostrador, donde estás viendo los guardapolvos de ocho dependientes, dos escribientes y cinco aprendices, que es apenas ahora el empleado que, solo, navega entre aquellos mares de objetos de otro tiempo, como un museo de la civilización: los grandes baños de cinc donde nos lavaban cuando apenas había agua corriente en casa; las alambreras para el brasero de cisco picón; las perchas para los pájaros; las trampas para los ratones, como salidas de un dibujo de Benejam en el TBO; las pilas de cubos como los que usábamos cuando sacábamos el agua dulce del pozo; las sogas, las cuerdas, todo el esparto oliendo a antiguo; las ollas de porcelana, enormes, cuarteleras, como para ser usadas por una tribu africana para guisar al explorador y al misioneros juntos... Y la maravilla de los cajoncitos y anaqueles con la muestra del objeto que contienen, éste las alcayatas gitanas, aquél las lijas de esmeril, el otro los cáncamos...

Hay un silencio de biblioteca del Congreso en la ferretería victoriana, donde el signo de los tiempos ha dejado los estantes de autoservicio. Frente a las puntillas, los tornillos y los destornilladores en sus nichos de caoba detrás del mostrador, aquí fuera, sobre el suelo de losetas hidráulicas, tan modernas entonces, tan de época ahora, están los expositores con los surtidos de puntillas, con las pilas para el transistor, con el aspersor para el riego del césped de la parcela, todo en sus fundas de plástico, todo retractilado, adocenado, impersonal. El dependiente permanece detrás de su largo mostrador de caoba, como un trono, te despacha al peso las puntillas y parece como si contemplara el paso irreparable del tiempo en esos expositores de los autoservicio de las ferreterías, como de góndolas de una gran superficie, no de este camarote de lujo de la ferretería victoriana.

Resiste, ferretería victoriana de Entrecárceles. Sigue pregonando tu Victoria en las letras de tu muestra, con el nombre de la Reina guapa de aquella España de entreguerras que olía a esparto y a charol.

(Publicado el domingo 28 de mayo del 2000)

 

Anteriores entregas de "Jazmines en el ojal"

 

"LA ESE 30"        PUNTAS DEL DIAMANTE    RECUADROS ANTERIORES

Regresar a la pagina principal

"Folklore de las cofradías de Sevilla", en 5ª edición: pinche para comprarlo por Internet

"Folklore de las cofradías de Sevilla" (5ª edición, Publicaciones de la Universidad de Sevilla): un libro ya clásico sobre la Semana Santa, con "El habla cofradiera" 

Pinche para comprar el libro por Internet

"Discursos entre Sevilla y Cádiz" (Publicaciones de la Universidad de Sevilla): con el Discurso del Patrimonio Inmaterial, el Discurso de la Cruz de Mayo del Silencio y el Pregón del Carnaval de Cádiz