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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía, viernes 14 de mayo  de 1999


La gracia de Utrera

Castillo de Utrera
Castillo de Utrera

Gozosamente fui a Utrera a comprar mostachones de Diego Vázquez y a presentar de paso un irrepetible libro de Salvador de Quinta que miren ustedes qué título, cualquier cosa: "Gracia y desgracia de Utrera en el año de la pera". Digo irrepetible porque estos libros llenos de vida de pueblo, de tradiciones orales, de golpes, de sucedidos, ya nada más que los pueden publicar escritores de pueblo (y a mucha honra) que como Salvador tienen aún el gozo del ritmo lento de la vida ya irremisiblemente acelerada y anodina. Salvador ha ido pegando la oreja por Utrera y ha ido recopilando personajes a cuál con más gracia, y ha hecho la historia general de sus golpes, de sus sucedidos. Como su paisano Rodrigo Caro hizo la "Relación de las inscripciones y antigüedades de la Villa de Utrera", Salvador ha escrito la "Relación de la gracia que hay en la Ciudad de Utrera, a través de la primera mitad del siglo XX". Traducción: los años de la pera y la repera de gracia.

Como para muestra basta un botón, aquí van unos cuantos de la mercería de Salvador. En la guerra civil, una señorita de Utrera muy cursi, con los labios muy repintados, a la que una gitana le pide para su churumbel y la señorita que no le da nada. Y mirando sus labios bembones, la gitana de Utrera que va y le dice:

--Saboría, malas puñalás te den, que parece que te has tragao un requeté y te has dejao la boina fuera...

O el prolífico Cuchara, que tenía lista de espera de futuros compadres que querían bautizarle uno de sus siete mil niños. Lo convidaron por la mañana temprano en un bar y dijo El Cuchara:

-- Ponme dos copas de Marie Brizard para matar el gusanillo...

Y cuando le presentaron la cuenta al convidante, al ver lo caro que era el Marie Brizard, le dijo:

-- Oye, Cuchara, otra vez que quieras matar el gusanillo le pegas un pisotón, mardita sea tu estampa...

O el espectáculo folklórico que llegó al teatro de Utrera con su correspondiente mariquita recitador vestido de flamenco, con traje y sombrero completamente blancos. Y el de la pluma que se pone a recitar ante el distinguido público de la sala el conocido poema de Juan Antonio Cavestany:

¿Conoce usted el Parque de María Luisa?

Y la voz que sale del gallinero:

-- ¡Sí que lo conozco, así que vete a tu casa, maricón...!

O cuando habían contratado a Fernanda y Bernarda para la Feria Mundial de Nueva York, e Inés, su madre, estaba muy compungida, y fue Salvador a consolarla, diciéndole que aunque se fueran a Nueva York, que hoy en día, con tantos adelantos, Nueva York no estaba tan lejos... A lo que Inés contestó:

--- ¿Como que no? Si yo sé que eso cae mucho más pallá de Sevilla.

Y luego, cuando ya no estaba tan triste, la madre de las Niñas de José que le decía a Salvador de Quinta:

-- Y es lo que yo le he dicho a mis niñas, que ya que van a una feria tan importante, ¿por qué no aprovechan esos días y ponen allí un puestecito de biñuelos?

Gracia. Toda la gracia. Así, hasta 189 páginas de la gracia de Utrera. Leyendo a Salvador pienso ahora que Utrera tuvo y tiene tanta gracia porque es una Sevilla que siempre se está yendo hacia Cádiz. El mundo se divide en dos grandes partes, Sevilla y Cádiz. Y enmedio, en el ecuador de la gracia, Utrera.

 

 

 


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