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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, martes 24 de noviembre de 1998


¡Ché, que soy el líder!

Borrell: "¡Ché, que soy el líder!"

Borrell repite, como el zapatero de Elche: "¡Ché, que soy el líder!"

En ese interior emirato árabe con palmeras del Huerto del Cura. camellos de las fiestas de moros y cristianos y pozos de petróleo de la riqueza zapatera que es Elche, los grandes emires de su particular Golfo Pérsico dieron en competir hace tiempo con la grandeza y lujo de sus villas residenciales. Y como atesoraban en ellas grandes riquezas de artes decorativas, de muebles de anticuario y de cuadros de firma, empezaron a competir también en quién ponía una reja más alta y fuerte, así como un sistema electrónico de seguridad más sofisticado. Emulación en la que vino pronto también la moda de comprarse en el extranjero fieros perros guardianes, dobermanes como el de Alvarez Cascos y pastores alemanes adiestrados para dejar coja a media nómina de la plantilla alicantina de rateros de casas de lujo. Compraban los zapateros ilicitanos en Alemania aquellos fieros perros ya adiestrados, que les venían con una hoja de instrucciones sobre las palabras que habían de dirigirles para que los reconocieran como dueños y los obedecieran. Sacaba el zapatero de Elche, un poner, la papela, le decía "Auflaggg" al perro, y aquel fiero guardián se convertía en un dócil caniche, hasta meneando el rabo, naturalmente que en alemán.

Pero fue que un zapatero salió de su casa, echó todos los candados, puso la alarma, soltó al fiero perro por el extenso y cuidado jardín... y se olvidó dentro la hoja de instrucciones del perro nuevo. Cuando volvió de madrugada fue ella. Intentó abrir la puerta, y el perro se le abalanzó. Tras huir, trató de recordar las palabras mágicas, "aushttt" y esas cosas. Nada. En el miedo, no acertaba con ellas. Y se tiraba todo Elche de risa cuando contaban que a las mismas tantas del día vieron al zapatero encaramado en la reja, diciendo diciendo muy serio y convencido al fiero pastor alemán: "¡ Ché, que soy el dueño!"

Me he acordado del zapatero de Elche porque lo de Borrell es exactamente igual de absurdo y de ridículo. González se fue, cerró y se llevó el papel de instrucciones del perro, y ahora no hay quien entre dentro de la casa común para recuperar el liderazgo. Por eso se dan esas dentelladas entre ellos, como pastores alemanes, que todos quieren guardar el rebaño. Y aunque hayan hecho las paces y se hayan dado el abrazo, a Borrell lo estamos viendo tratando de amansar a las fieras como al dueño de aquella mansión de Elche, encaramado en la verja, a las tantas de la madrugada, diciendo a los perros que ladran y amenazan: "¡Ché, que soy el líder..!."

 


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