Don
Julián Besteiro en la Feria de Sevilla de 1933
Besteiro en la feria de abril de Sevilla de 1933, visto
por Idígoras y Pachi
En el espacio, desde la feria de Sevilla en el Prado de San
Sebastián hasta la ciudad de Carmona, calculo yo que puede haber 30 kilómetros. Pero en
el tiempo, desde la feria de Sevilla a Carmona hay siete años. Sobre todo si ese tiempo
se toma como fondo del retrato abrileño de don Julián Besteiro, y se hace desde la
caseta de la feria de 1933 donde el entonces presidente de la Cortes es agasajado por unas
sevillanas vestidas de flamencas y pintadas y peinadas con la moda de aquellos años.
Cualquiera de las muchachas que da una caña de manzanilla a Besteiro puede haber sido
elegida "Miss República" pocos días en la Peña Ferroviaria de la Alameda de
Hércules. Ahora están con sus peinecillos, con sus mantones, con sus trajes de volantes,
unos de organdí, otros de percal, unos de lunares, otros liso. Algunas llevan sobre la
frente el mismo rizo de Estrellita Castro, de Antoñita Colomé. Aún no se ha puesto de
moda la permanente abisinia, porque Mussolini todavía no ha invadido Etiopía y los
fascismos no son una amenaza, en esta mañana sevillana de feria, pianillos, cañas de
manzanilla, pocos caballistas y mucho pueblo dentro de las casetas, que va visitando don
Julián con sombrero y chaleco, todo un caballero del socialismo, la burguesía
republicana que sigue afirmándose en la feria, frente a la imagen de una Sevilla de quema
de iglesias y tranvías volcados en las huelgas generales.
Sobre el fondo de esta triste
alegría de la sonrisa del atildado Besteiro en la caseta, Carmona está a unos treinta
kilómetros, y a siete años. Siete años es el tiempo que separa esta foto de la otra
fotografía que nunca hizo Serrano ni está en ninguna hemeroteca: la fotografía de la
muerte de Besteiro en la cárcel de Carmona, preso de los vencedores nacionales, Año de
Victoria, per también Año de la Derrota de la sonrisa de las muchachas que dan la caña
a don Julián. Siete años más tarde, probablemente, estas muchachas, cuando sea abril en
el riá pitá de todos los palillos que van por la calle San Fernando desde los corrales
de San Julián o de Triana, ya no tendrán el cuerpo para alegría. Habrán, quizá,
cambiado el mantoncillo de flecos de seda por el negro mantón del luto. Habrán pasado
siete años de España por Sevilla, con una rastra de filas de presos en Ranilla, de
cartas que anuncian a las madres que el muchacho del Regimiento Granada 34 ha dado
valerosamente su sangre por la Patria, ante los enemigos de Dios, en el frente del Ebro.
En siete años quedará quizá tiempo para ver una foto de don Julián Besteiro en la
cárcel de Carmona, con sus compañeros de presidio, los curas nacionalistas vascos que
Franco, tan católico, tan de bajo palio, ha metido entre rejas.
Pero en aquella primavera
roja, amarilla y morada, nadie preguntaba cuánto quedaba para llegar a la cárcel de
Carmona. Quizá le contaran a don Julián, en El Machacante, o en Er 77, o en Licondi, o
en El Gazpachuelo, aquel chiste de Agustín López Macías "Galerín": que, con
la República, ya no había que decir "el Real de la feria", sino "el
republicano de la feria". El republicano de la feria era, por el antiguo real,
cualquier sevillano, con corbata de lazo o con la corbata quitada, castizamente, con el
cuello de la camisa muy abrochado, el sombrero de ala ancha, el clavel en la solapa.
Sevilla siempre está con lo que hay. Después de la huelga de cofradías del año pasado
y de La Estrella Valiente, los partidos republicanos burgueses se empeñan en dar a
España una imagen de normalidad de la "Sevilla la Roja" de los partidos obreros
y de los sindicalistas, la del cañoneo de Casa Cornelio y el asesinato de Pedro Caravaca.
Todo es como siempre,
primavera republicana. Pero cuando hayan pasado apenas diez años, este mismo albero
recibirá con corte de caballistas al general que ahora está con la República que
representa Besteiro y que un día de julio, dentro de tres años, se sublevará en armas
contra ella. Paseará por la feria como Caudillo de España por la gracia de Dios, y
"la gracia de Dios" parecerá el título de un pasodoble taurino que suena en la
plaza de los toros, donde a la tarde va Besteiro, una corrida del ex-marqués de
Villamarta que torean Marcial Lalanda, Manolo Bienvenida y Domingo Ortega, que es de los
nuestros, como Juan Belmonte,, de los que defendemos esta República de Trabajadores y de
niñas vestidas de flamenca que están cantando ahora unas sevillanas que dicen que ya
vienen por el llano los migueletes. Los migueletes tardarán aún tres años en llegar al
micrófono de Radio Sevilla. Y tres años más para oír la sentencia a pena de muerte de
quien hasta el último momento ha defendido el Madrid republicano y no ha querido, como
tantos, coger el olivo del avión y el asilo diplomático en el México del presidente
Cárdenas. Estamos a siete años de la triste muerte en la cárcel de Carmona de este
caballero del socialismo que ahora está en la feria, con sombrero flexible y chaleco, un
señor, más señor que muchos ex-marqueses y ex-condes. Suenan las sevillanas, corre la
manzanilla, pasan los caballos. Nadie sabe que por el llano de los fascismos de Europa ya
vienen los migueletes...