Diario El Mundo Pinche para tener información sobre el libro

Memoria de Andalucía

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,   sábado 8 de mayo de 1999


Almería, fábrica de espagueti-western

Los espagueti-western de Almería, vistos por Idígoras y Pachi

Los espagueti-western de Almería, vistos por Idígoras y Pachi
 

Como el No-Do decía que con los XXV Años de Paz, entre pantanos y microescuelas, entre convenios colectivos y Plan Redia de Carreteras, Franco había puesto a España de cine, pues los americanos que estaban en Rota, en San Pablo, en Constantina, en Torrejón y en Zaragoza se enteraron y mandaron llamar a los peliculeros de Hollywood. Quienes decidieron hacer un inmenso plató en aquella España de cine, de cine negro de la dictadura.

Hasta entonces, los peliculeros habían venido en plan viajeros románticos, para rodar "Pan, Amor y Andalucía", para rodar "El sueño de Andalucía", la españolada, del mismo modo que nosotros rodábamos la versión número 4.359 de "Currito de la Cruz". A diferencia de la españolada anterior con Vittorio de Sica por las calles de Sevilla y con Jorge Negrete del brazo de Carmen Sevilla para que Jalisco cantara en Sevilla, ojú, cuánta Sevilla... A diferencia de la españolada anterior, decíamos, ahora los americanos venían a España para rodar lo suyo de ellos. Seguro que Franco, al enterarse, le dijo a Fraga Iribarne, a la sazón ministro de Información y Turismo, encargado de los paradores nacionales y del rodaje de las películas:

-- Mire usted, Iribarne, gracias a nuestra paz y a la unidad de los hombres y las tierras de España, esto es Hollywood.

Aquí hubo hasta corridas de cuadrigas en "La caída del Imperio Romano", que Mel Ferrer era el bueno y Sofía Loren, la muchacha. Aquí fuimos todos de extras chinos cuando empezaron a pagar los jornales de "55 días en Pekín", donde el único que no iba de chino era Charlton Heston. Esto fue la Meca para "Lawrence de Arabia"... Hasta que los peliculeros descubrieron Almería. A Almería, la verdad, es que entonces (como ahora) no iba nadie. Por no ir, ni Franco iba a inaugurar pantanos. Fue una vez Juan Goytisolo, y le salió el precioso libro de viajes de "Campos de Níjar". Fue otra vez Antonio Díaz-Cañabate, en tren, que tenía mérito, cuando continuó las crónicas viajeras de la Ruta del Calatraveño de Víctor de la Serna. Más que ir allí, de Almería se iba la gente. A Barcelona. El símbolo de la emigración almeriense era Manolo Escobar, que hizo un carrerón: se colocó de cartero en Barcelona, antes de que perdiera el carro y con ello descubriera que España es lo mejor. Como lo mejor para rodar exteriores de películas de indios y combois, pero con poquitos indios y con muchos combois, era Almería. Lo descubrieron los americanos de Samuel Bronston, el productor que había convertido a España en un inmenso plató.

Nosotros lo comprendimos. Aunque lo desconocíamos todo (como ahora) del Oriente andaluz, teníamos una cultura bastante buenecita del Oeste americano. Comprendimos entonces que Almería era como Arizona, y más aun entonces, que no había cultivos bajo plástico, agricultura temprana y riquezas de primor. Como teníamos de Almería la idea desértica de los "Campos de Níjar" de Goytisolo, comprendimos que Samuel Bronston decidiera convertir aquella parte de Andalucía en Santa Fe, en San Francisco, en San Antonio, en cualquier lugar del santoral de los topónimos hispanos del Sur de los Estados Unidos, del salvaje Oeste. Cuando alguna vez, rara vez, Almería salía en el No-Do, comprobábamos que aquel paisaje era como los exteriores de "El Virginiano", de "Bronco y Cheyenne", de "Bonanza", sobre todo de "Bonanza". Sobre los tebeos de indios y combois, sobre las películas de indios y combois, nuestra cultura del Oeste había hecho un master con los telefilmes del Oeste de TVE, por lo que sabíamos que La Ponderosa estaba exactamente en Almería.

Nada más lógico, pues, que sin comerlo ni beberlo Franco, los americanos le hicieran un Polo de Desarrollo Cinematográfico en Almería, donde montaron unas importantes fábricas de espagueti-western. Hacían películas del Oeste como el que fríe calentitos, churros, jeringos o tejeringos. La plantilla siempre era la misma: el pueblo del Oeste, el saloon, los combois buenos que se enamoraban de la muchacha y los combois malos de las gabardinas blancas y largas que llegaban para que el bueno no se enamorara de la muchacha. Los combois buenos cambiaban, depende del que contratara Samuel Bronston. Pero el comboi malo era siempre Fernando Sancho, que por muchos bigotes mexicanotes que le pusieran, se notaba siempre que era un comboi falangista, que acababa de llegar de "Raza" o de "El Alcázar no se rinde".

De todas aquellas películas de la fábrica de espaguetis de Almería nos sonaba la letra del argumento. Así que lo único nuevo era la música. En vez de sonar el "Oh, Susana" o "Cuatro caballos van para Bonanza", aquellos bodrios tenían unas bandas sonoras que ni las bandas de Semana Santa. Había en la fábrica de espagueti-western de Almería un italiano que se llamaba Morricone, sin premio, que hacía unas músicas del Oeste preciosas, gracias a las cuales los combois buenos eran mucho màs buenos, aunque nunca conseguían que al malo, a Fernando Sancho, se le quitara la pinta de falangista. Aunque lo vistieran como al abuelo de "Bonanza".

 

Más sobre cine en "Memoria de Andalucía":

Conozca usted a sus vecinos Landa y Lopez Vazquez

Los peliculeros llegan a Andalucía

Bienvenido, Mister Rota

Indice de anteriores capítulos de "Memoria de Andalucía" 

 

"

 


Volver al comienzo de esta página

Regresar a la pagina principal

El Mundo, edición íntegra en Internet

 

Enviar correoCorreo

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España.