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Memoria de Andalucía

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,   sábado 27 de marzo de 1998


Conozca usted a sus vecinos Landa y López Vázquez

Alfredo Landa y López Vázquez", vistos por Idígoras y Pachi

Alfredo Landa y López Vázquez", vistos por Idígoras y Pachi
 

 

Como aún no se había muerto Franco y España era una unidad de destino en la universal, nuestro cine no era precisamente de Universal Studios. Estaba, sí, por un lado, la calidad, Bardem y Berlanga, y los nuevos realizadores de los que se hablaba en los cine-clubes, Mario Camus, Jorge Grau, Angelino Font, Carlos Saura, Julio Diamante, Manolo Summers, Regueiro, Borau, Picazo, Patino, pero las canciones para después de una guerra que mayormente escuchábamos en el cine eran las de Manolo Escobar, ora expresando a su amada el desagrado por el hecho de que fuera a los toros con minifalda, ora lamentándose de que por un beso que le dio en el puerto hubieran querido robar su alegría. Y Manolo Escobar no era l peor. Conchita Velasco estaba empeñada en ser una chica, mi chica yé, yé. Y nada digo de Rocío Dúrcal. Ni, horror, de Pili ni de Mili. Marisol, no. Marisol ya se había serenado bastante. Se había apagado considerablemente el rayo de luz, y como no tenía dinero para pagar la factura de Sevillana, se había hecho de izquierdas, con lo cual había pasado directamente de ton, ton, tómbola a no nos moverán y de los Goyanes a la huelga general revolucionaria defendida por el Partido Comunista.

Pero como aún no se había muerto Franco, pues no había películas de Nadiuska, ni Victoria Vera había enseñado el mondongo de la dominga ante el endomingado viejo profesor por antonomasia, ya se sabe, Tierno Galván, qué pesado, que fue la fotografía de la apertura... de la apertura de pechugas en el cine. Eran años de "spaguetti western" en Almería, de Sáenz de Heredia subiendo nenas al mini, con mucho Fernando Sancho, mucha Pilar Velázquez, mucha Paco Gabaldón, a la sazón todavía Mari Francis, mucho José Sacristán, que entonces todavía no estaba por la progresía, sino que andaba en el universo de los Ozores, con Gracita Morales, eterna criada de este cine cutre y espantoso de taquilla, cuando a los locales de reestreno aún no habían llegado las palomitas de maíz y estábamos todavía en los locales de verano, con cielo de estrellas, nevería y bolsa de pipas, bien de girasol, bien de calabazas.

Fueron los tristes años del landismo. Todo el cine español era vecino del Quinto o al menos vecino de Cuarto y Reválida de Alfredo Landa. Y como no es bueno que Landa esté solo, el séptimo arte nos trajo a su lado a José Luis López Vázquez, qué arte. Las generaciones se unían. López Vázquez era de una promoción anterior, del cine de Aurora Bautista y de Manolo Morán, de Pepe Isbert y de Amparo Rivelles. Había hecho películas con Fernando Fernán Gómez, y con Antonio Riquelme, y con Manolo Gómez Bur, y ahora las hacía con Manuel Otero, con Juan Luis Galiardo, con Charo López . Y con Alfredo Landa. Actores gestuales, pasados de papel, que hicieran de lo que hicieran eran siempre ellos mismos al final. Les pasaba como a José Bódalo en el teatro televisado, que fuese una obra de Alfonso Paso o de Antonio Gala, Bódalo siempre hacía de Bódalo. López Vázquez hacía de López Vázquez, en sus múltiples variaciones. Con suegra o sin suegra, padre de familia numerosa o simplemente sufridor de esposa. Funcionario u oficinista. Dueño de moto Vespa o propietario de un 600. Comprador de un piso en una barriada nueva de Madrid o realquilado con la familia de la mujer. Al final, siempre de López Vázquez. De cartero, de rico por su casa, de rodríguez, de lo que fuese, íbamos a ver una de López Vázquez. Los directores se quedaban para los filmes extranjeros, que las películas buenas eran filmes. Eso quedaba para Antonioni, que era un pesado, para Bergmann, un coñazo, pero no para las películas españolas, que no eran de nadie. Eran de López Vázquez.

Y si no eran de López Vázquez, es que eran de Alfredo Landa. Que también hacía siempre de sí propio. No, si lo mejor de aquel cine era la dirección de actores... Los directores conseguían siempre, tras grandes esfuerzos, que López Vázquez hiciera de López Vázquez y Landa, de Landa. Nada, claro, como cuando actuaban juntos los dos. Y sobre todo si era una película con sueca. Como no había destape, y como los ideales de belleza eran nórdicos, Elke Sommer, Anita Egbert, nuestro cutre cine unía las moscas españolas por el rabo y solía hacer originalísimas películas de Landa, López Vázquez y sueca a bordo. Un escenario de piscina madrileña, de sala de fiestas de Barcelona, de teatro de Valencia eran el marco incomparable para la acción en tales ocasiones. Claro que nada como cuando el escenario venía a Andalucía. Total, como los equipos estaban en Almería rodando una del Oeste con Fernando Sancho de pistolero malo y con Tony Leblanc de dueño cándido del "saloon", se mandaban las cámaras a Torremolinos y se rodaban allí los exteriores de la película de López Vázquez y Landa con sueca. La eterna represión del español bajito, mosqueado porque cree que no ha fornicado bastante. Y que al final, naturalmente, no logra ligar a la sueca, porque viene Manolo Escobar, le canta tres tonterías muy horteras y se la lleva de calle. Al yate, donde sale Antonio Ozores, qué espanto, con una blanca gorra de marinero y una chaqueta azul de botones dorados, que como es dueño del barco, resulta que es al final quien se liga a la sueca.

Tendría que llegar Carlos Saura para que López Vázquez no fuera el eterno vecino del tercero de Landa ni Landa el que se quedaba sin sueca por culpa de Manolo Escobar.

 

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