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Memoria de Andalucía

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,   sábado 29  de mayo de 1999


El "Guernica" vuelve a casa por Navidad

El regreso del "Guernica" a España, visto por Idígoras y Pachi

El regreso del "Guernica" a España, visto por Idígoras y Pachi
 

 

En aquellos días volvían todos los exiliados. Rafael Alberti había vuelto desde Roma y Dolores Ibarruri, desde las emisiones de Radio España Independiente, La Pirenaica, la única emisora sin censura de Franco. Y, hablando de La Pirenaica, había vuelto Santiago Carrillo para incorporar su peluca al Museo de la Transición. La clandestinidad de los comunistas se acabó el día que Carrillo se quitó su peluca, de modo que nunca se sabe si aquel Sábado Santo, Sábado de Gloria para los viejos sueños de banderas rojas a lo "Novecento", Suárez legalizó el PCE o legalizó la peluca de Carrillo. Incluso estudios recientes del Instituto Capilar Farmatín de la Fundación Encarna Sánchez indican que la oposición del sector duro y bunkeriano del Ejército a la legalización del PCE fue porque muchos generales franquistas, más calvos como Rafael Calvo Serer (que no era calvo, sino rojo de la Junta Democrática y del Opus), querían mantener para siempre en la clandestinidad al peluquín de Carrillo, porque les daba envidia, la democracia y yo sin esos pelos, se decían mientras acudían el 20 N a echarse un cante del "Cara al sol" en el Valle de los Caídos, sin saber que ellos mismos eran caídos vivientes del franquismo.

En aquellos días volvió también Tarradellas, y dijo lo de "Ja soc aquí", que fue la primera inmersión lingüística en catalán de las muchas que posteriormente habríamos de tener los españoles, especialmente los españoles de Andalucía que habían emigrado a la Seat de Barcelona y que a partir de entonces serían estampillados de catalanes y de socios del Barsa.

Y también volvían los exiliados de la cultura. No hablo de los escritores. Hablo de los libros. Volvían a las librerías las novelas de Sender prohibidas por Fraga, que en sus tiempos de ministro de Información promovió la cultura del fascículo de su compadre Ricardo de la Cierva mientras prohibía todo lo que oliera a libertad en las artes, la literatura, el cine o la creación pictórica. Volvían las películas prohibidas, y ya no había que ir a Perpiñán para ver películas verdes ni a Portimao para ver películas

testimoniales y con mensaje que ahora comprendemos que estaban muy bien prohibidas, porque la mitad eran unos coñazos impresionantes. Y volvía un cuadro. El franquismo tuvo el más ilustre exiliado en un cuadro. Como del malagueño universal que lo pintó, el "Guernica" fue el más ilustre exiliado de la cultura española durante el franquismo, más que Cernuda, más que Juan Ramón, más que Alberti, que hay que ver qué nómina de andaluces en el exilio intelectual... El "Guernica" fue desde el momento en que Picasso lo pintó para el Pabellón de la República Española en la Exposición de París como un verso de León Felipe, otro exiliado. El "Guernica" fue un llanto pintado de los españoles del éxodo y del llanto, como un canto por la libertad perdida. Como muchos poetas andaluces se iban a ganarse la vida de profesores de Literatura a Estados Unidos, el "Guernica", como exiliado que era, fue también a ganarse la vida y la posteridad en los Estados Unidos, en el MOMA de Nueva York. Si los españoles que estábamos por la libertad supimos del MOMA, y que significaba Museum of Modern Arts, fue gracias al "Guernica".

El "Guernica" era nuestro detente. Igual que en la guerra civil nuestros padres habían llevado el detente del Corazón de Jesús, nosotros habíamos puesto en el cuarto de estudiantes o, luego, cuando nos casamos, en aquel pisito alquilado, tan modesto, el "Guernica" estaba presidiendo la salita de los discos de Paco Ibáñez y los carteles del Che Guevara y de Salvador Allende, como una Sagrada Cena por lo civil, como un Corazón de Jesús de la democracia que ansiábamos.

Restauradas las libertades, era, pues, completamente lógico que el "Guernica" volviera a España. Donde por cierto nunca había estado. Los sindicatos estaban legalizados, como los partidos políticos, como los desnudos de "Interviú", como el divorcio de Paco Fernández Ordóñez, como las manifestaciones, como el Primero de Mayo. La UCD hacía legal lo que era normal y viceversa, en aquella frase de Fernando Onega que tan bien le salió a Adolfo Suárez cuando la pronunció, hasta el punto que parecía suya y no de quien le escribía los discursos. Cuando Javier Tussell iba a Nueva York para traerse el "Guernica" porque en España había ya libertades, y no con una República, sino bajo la Monarquía, parecía que se hacía realidad el sueño de los viejos exiliados. Los viejos exiliados republicanos, en París, en México, en Moscú, decían siempre, cuando brindaban por la libertad en España:

-- El año que viene nos tomamos las uvas en Madrid...

Como Santiago Carrillo, y Rafael Alberti, y La Pasionaria se habían ya tomado las uvas en Madrid, era, pues, completamente lógico que el "Guernica" volviera a casa por Navidad.

 

Sobre Picasso, en "Memoria de Andalucía":

Picasso, malagueño universal

 

Indice de anteriores capítulos de "Memoria de Andalucía" 

 

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